25.06.20
La alta dirección en tiempos de Covid-19. La importancia de la compasión y la empatía.
“Cuando no sabes a dónde vas, todos los caminos son buenos”.
Lewis Carroll
Porque qué difícil es tener una brújula nítida en estos tiempos de incertidumbre y qué difícil es saber estar cerca de nuestros equipos cuando no tenemos claro dónde vamos ni qué decir. Son tiempos complicados en los que encontrar luz resulta casi imposible y en los que hemos aprendido que, ante todo, el cuidado, la compasión y la empatía son las respuestas que el ser humano necesita cuando todo lo demás se tambalea.
Esta visión es necesaria sobre todo en la alta dirección, que debe navegar la complejidad sin precedentes del momento actual. Hoy, cuando tenemos el mundo patas arriba y un gran cisne negro ha venido a cambiarnos todas las respuestas, se hace más necesario que nunca entender la esencia del liderazgo, el arte de servir y comprometerse con un propósito.
La distancia social y el confinamiento han mostrado que hace falta poner en juego cercanía y compasión con las situaciones individuales y muy complicadas que viven las personas que conforman las empresas. Estas situaciones deben ser gestionadas y entendidas de forma individualizada y requieren nuevas habilidades que hasta ahora permanecían ajenas a la gestión de una compañía.
El liderazgo ahora debe ser global, tanto en la dimensión personal como en la profesional, y además muy humanizado. Porque lo que diferencia a un líder de un gestor es su propósito de hacer un mundo mejor generando un impacto positivo a su alrededor que mejore la vida de las personas con las que se relaciona. Los líderes que inspiran destacan por su capacidad para gestionar las emociones, las suyas propias y las de sus equipos, por saber acompañar la emoción del equipo desde la empatía y la cercanía. Al final, lo que mueve y conmueve a las personas es lo que nos emociona. El orgullo de pertenencia y el compromiso se generan demostrando a los profesionales que la organización se preocupa por ellos, de forma genuina y sincera, y que pone su bienestar y seguridad por delante de otros aspectos de gestión.
La principal enfermedad del poder es alejarse de la realidad, perder la capacidad de escucha y empatía y generar una distancia real y emocional que nos aísle de lo que está pasando. Es el momento de escuchar el doble de lo que se habla y de trabajar una comunicación bidireccional, accesible y honesta fundamentada en la credibilidad que da la coherencia. Es hora de actuar además de comunicar. Porque los altos directivos que no sean capaces de mostrar el valor de su impacto positivo lo tendrán difícil para inspirar y motivar en la reconstrucción que se avecina. El liderazgo tiene mucho de legado, de creación de valor compartido responsable y sostenible y ahora se dan muchísimas situaciones para impulsar este valor. El desafío actual más importante para todas las empresas son las personas. En este tiempo en el que todos hemos perdido a alguien o algo y nos necesitamos más que nunca los unos a los otros, los altos directivos son los responsables de cuidar, estar cerca, ser honestos y compasivos con las personas de sus empresas.